El frio de la noche lo amerita; la compañia es agradable, reconfortante, necesaria y oportuna. El bullicio afuera se ve opacado por una conversacion interesante y abstrayente. Dos viajes comienzan, uno virtual y el otro... bueno...
El viaje virtual me remonta a un lugar desconocido, recorriendo paisajes llenos de nostalgia, de esperanza pero a la vez de orgullo.
Mientras tanto, sobre la mesa, la culpable de mi viaje hacia la inconsciencia. Un "salud" a coro agudiza el sonido del cristal chocando en señal de buenos deseos, para luego degustar mas que sorbos de calidez, comenzando en los labios, pasando por la garganta y llenando todo tu ser.
Vamos cruzando caminos, conociendo personas, al menos de nombre; casi siento el aroma de esa tierra que aunque desconocida se me hace tan familiar.
Seguimos en la ruta y a cada momento, el cristal vuelve a sonar y con ello la mirada se comienza a nublar. Breves pero emotivas explicaciones acompañan nuestro recorrido... parcelas y parcelas de tierra rica en sentimiento, en emociones y en recuerdos.
Despues de un largo recorrido llegamos al final de nuestro camino a la vez que vemos como se acaba nuestro nectar del olvido. Los recuerdos se evaporan asi como casi se evaporan nuestros sentidos.
De vuelta al mundo real, es momento de comenzar a borrar las huellas de ese encuentro furtivo, que quedara en mi mente grabado como un pedacito de tiempo compartido.