Se añora el pueblo de
casitas de adobe,
pintadas de blanca cal y sus
techos marrones,
aquellos callejones donde
se solía caminar sin temores,
las montañas, las plazas,
la comida y sus los olores.
Se añora la paz de ver
niños corriendo por los corredores,
jugando libres, pintando el
mundo de colores,
aquellos que en sus
mochilas solo llevan ilusiones,
esos que nos matan de
ternura con sus conversaciones.
Se añora a la gente humilde,
de blancos corazones,
que va por la calle
ofreciendo sonrisas y alegría en sus pregones,
la que sabe que en la vida
aunque hay desilusiones,
también sabe que para ser
buenos hay muchas más razones.
Se añora la tierra, la
gente, sus costumbres y visiones,
los colegas, los amigos, la
familia, los amores.
Los días, las noches, las
tardes, el cielo y sus colores,
Se añora los años de niñez
porque fueron los mejores.
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