La belleza es relativa, y como dice un dicho: todo
depende del cristal con que se vea. Todos tenemos nuestros propios parámetros
para medir la belleza en cualquier ámbito; sean personas, lugares, objetos,
etc., pero hay ciertas cosas en las que muchos coincidimos, y cuando tengo la
oportunidad de contemplar un atardecer, me cuesta pensar que pudiera haber
alguien a quien no le guste deleitarse con esa gama de colores
impresionantes.
Me he dado cuenta que la vida es
maravillosa en sí misma; no porque tu estés ocupado el sol dejara de salir; no
porque tu no tengas tiempo los pájaros dejaran de cantar; no porque tu trabajo
te absorba, los ríos dejaran de correr; no porque tengas un proyecto
importante, el mundo dejara de girar. Todo sigue ahí, estés o no estés tú para
verlo.
Muchas veces me ha tocado perderme de
disfrutar de un día soleado y verlo solo a través de las ventanas y me doy
cuenta que su belleza no es menos porque yo no pueda disfrutarlo como quisiera.
El sol sale a brillar, los arboles se
mueven al ritmo que el viento les marque, los ríos corren, el mundo gira, lo
notes o no. Si tú no te detienes un momento a contemplar y disfrutar de la
vida, es tu problema porque el mundo parecerá estar fijo para ti... y sin
embargo se mueve.
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