Sublime sensación invade
mis sentidos apoderándose de todo mi ser, aislándome en un éxtasis de emociones
incontenibles, abrumadoras, insaciables pero a la vez tiernas, ingenuas,
desvalidas.
La ansiedad por
liberar toda esa energía me sumerge en mi mundo lleno y a la vez vacio;
inspirado y depresivo; con luces y sombras
que solo dejan ver siluetas, nada concreto pero repleto de imaginación.
Inicia la batalla
entre el bien y el mal, entre lo humano e inhumano, entre lo oscuro y lo
celestial.
El momento sigue su
curso envolviendo el ambiente con fragancias nunca imaginadas que ni las mismas
flores han podido lograr.
Un destello atraviesa
la penumbra, ahora todo es luz, la excitación continua a un ritmo acelerado,
solo las palpitaciones hacen eco en el entorno, la piel se eriza hasta terminar
en un sutil escalofrió.
El momento culminante
que se transforma en el inicio, con todo dispuesto. Un lienzo en blanco, una
gama de colores más completa que el arcoíris y al frente un paisaje asemejando
un edén terrenal y yo ataviada con todo
lo necesario me dispongo a pintar.
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